Desde pequeño siento admiración por los peces abisales.
Para quien no sepa de lo que hablo, son esos peces que habitan a unas profundidades muy exageradas, según un artículo que leí hace poco en una revista científica, a partir de los 2000 metros y hasta casi 7000. Son profundidades a las que no llega la luz solar, por lo que existe una absoluta oscuridad además de la grandes presiones ejercidas por el peso del agua.
Estos peces son feos, son debajo del agua el esperpento del que hablaba Valle Inclán, pero claro, eso es solo hasta que hacen de la suyas, porque ellos que viven en una noche infinita son capaces de generar luces de colores y de repente dejar de ser feos, aunque sigan teniendo el mismo cuerpo y la misma cara.
La oscuridad me agrada cuando está bien iluminada, y con bien iluminada no me refiero a que haya mucha intensidad de luz (claro, en ese caso dejaría de ser oscuridad), sino a que las luces que haya (las justas o menos, para que la oscuridad no deje de ser oscuridad) sean bonitas. Esto en los seres vivos es por ejemplo logro de las luciérnagas y de algunos humanos y peces abisales.
La noche necesita oscuridad para ser noche, está llena de enigmas y me gusta imaginarla no como una circunstancia temporal sino como un lugar al que se puede ir cuando necesitas romper con la lógica y entrar en el mundo de la insania fantástica, cuando buscas una belleza distinta, arriesgada, morbosa, psicodélica, extravagante y abisal.
2 comentarios:
Presiosos estos peces, no sabia que se llamaban Abisales, que por cierto es un nombre muy bonito... abisal... q bien suena
Hermosos animales, nuestro planeta es precioso, ojalá no eliminemos más especies
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